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sábado, 17 de diciembre de 2011

El llamado de la Montaña:

Ascensión de dos novatos al Cerro Alto de la Mina. Cumbres Calchaquíes. Tucumán. 4700msnm

Marzo 2005.-


Anhelo. Incertidumbre. Insomnio. Charlas y charlas, mates de por medio, conjeturando si será mejor avanzar por aquí o por allá; si demoraremos más o menos; si seria conveniente, o posible, establecer el base en aquel punto; el campo 1 sin duda a la par de las vegas; y los acarreos de los que nos hablan serán muy complicados?... este filo cumbrero será seguro?... este faldeo no parece complicado… y el ataque a cumbre?… tanta discusión quizá era para practicar todo aquel vocabulario nuevo y fantástico.


Lo cierto es que preparar una salida, sobre todo cuando somos novatos, es ya de por si una aventura. Cada 10 minutos aparece en mi mente la montaña, los números, los cálculos, el equipo, la imagen de ese mapa (un croquis… vaya a saber quien lo hizo!)…

Encontraremos agua en las vegas?... Llevamos mucho equipo?... Alcanzara la comida?... Las raciones de marcha?... Esta ruta será muy complicada?... Tantas preguntas…

Para nosotros el cerro Alto de la Mina era alcanzar un gran objetivo, era descubrir la montaña y el montañismo.

Habíamos estado frente a él en el año 2004 y nos entusiasmaba desde entonces el alcanzar su cumbre, era como un imán, era la última materia de la “tecnicatura en media montaña”, luego podríamos aspirar a más…

Solo contábamos con aquella experiencia en El Negrito y algunas salidas al Taficillo, que con sus casi 2.000 m.s.n.m nos sirvió de ensayo para este momento tan ansiado.

Y llego el día de partir. Como en nuestra anterior visita a El Infiernillo Luis no se había sentido cómodo, teníamos previsto viajar hasta ahí la noche previa a la subida, de modo que aquella noche a 3.042 m.s.n.m nos vaya ayudando a aclimatar.

Una vez arribados al puesto de El Infiernillo (un refugio a orilla de la ruta) tendimos nuestras bolsas de dormir en el suelo para disfrutar aquel cielo lleno de estrellas, y unos minutos mas tarde, preparamos una reparadora sopa con fideos.

Por supuesto que a estas alturas, todas aquellas incógnitas, seguían merodeando nuestros pensamientos, y aun, con mas insistencia.

Luchando con aquellos pensamientos, sobre todo con aquellos que eran pesimistas, tratamos de conciliar el sueño en aquella primera noche. Así se vive la emoción de lo que uno empieza a explorar, a descubrir con los propios sentidos.

Por la mañana, fresca por cierto, para dar ese tinte especial al escenario, nos levantamos con tantas ganas de enfrentar todo aquello.

Un te bien caliente para mí y una infusión con hojas de coca para Luis, fue nuestro desayuno. En un momento, como de repente, estábamos ahí; enfrentados a la cuesta que nos conducía montaña arriba, en uno de los extremos de la ruta que habíamos trazado sobre los mapas y bosquejos, y debíamos guiar nuestros pasos, poco a poco, hacia esa hermosa pero no fácil meta.

No bien empezamos a caminar, metros mas arriba, quizá 1km apenas andado, Luis, que no estaba bien, comenzó a sentirse realmente mal sin duda por la altura.

El quería volverse, pero descansamos ahí: “tenemos tiempo, aguanta, ya va a pasar el malestar, no es nada para preocuparse”, le decía, y nos tendimos en los pajonales como dos horas, quizá un poco mas. Ahí aproveche para hacer una pequeña ofrenda a la “Pacha” con hojas de coca y agua de la que llevábamos para beber.

Luis ni bien comenzó a sentirse mejor, ya estaba hablando de si podríamos recuperar el tiempo que estábamos perdiendo… -Eso carajo!!! Eso quería escuchar!!!

Tipo 10 de la mañana, espesamos lentamente a encontrar el ritmo de marcha, tranquilos, como para que no nos vuelva a entrar el mal de la montaña.

El resto de esa jornada fue tranquila; esfuerzo sostenido y paciencia, nos acercaron hasta el campo 1. Esta parte ya la conocíamos, pues para subir a El Negrito habíamos usado la misma ruta, sin embargo, había sido tan distinto de aquella vez que nos dábamos cuenta de lo impredecible que puede resultar una jornada por más que transitemos por el mismo camino.

Ahora debíamos dedicarnos a descansar. La segunda noche, quizá por sentirnos mas cerca o por el cansancio, dormimos tranquilos, menos aturdidos por las incógnitas y las ideas que ya en este primer día se esfumaban y nos habían demostrado que no podíamos programar absolutamente todo, debíamos dejar que los hechos se presenten y tener claro como proceder, nos dimos cuenta de lo muy importante que eran las decisiones que se toman a lo largo de la marcha.

Un nuevo despertar dentro de las bolsas de dormir. Con un brazo un poco amortiguado, por la posición que no es fácil encontrar, me reincorporo con pereza.

Un esplendido día por delante, nos dedicamos a preparar el desayuno, y mientras, desarmar campamento.

Con cero grados y a las 10 hs, nos disponemos una vez más a continuar el camino.

Que fantástico momento el de entrar en marcha y comenzar a experimentar todo el complejo accionar de nuestro cuerpo: Respiración cada vez mas profunda, latidos que con un poco de atención repican en todo el cuerpo, y luego, lo tenemos metido en los oídos, agitación!; por favor un descanso aquí!, y pronto empieza el circuito nuevamente.

Más arriba, ya como a 4200 m.s.n.m, bordeando los faldeos de El Negrito, una espléndida vista hacia el oeste, las lagunas de Huaca Huasi, que estaban llenas de agua.

La ruta elegida era una ruta bastante exigente, directísima, como me la había calificado mi primo que ya estaba bien iniciado en el montañismo. El me dijo, cuando le conté la experiencia, que esta ruta solo la había hecho el “Tano Bocini”, un ávido montañista del CAT (Club Andino Tucumán).

Debíamos perder y volver a ganar varios metros en dos quebradas consecutivas, para encontrarnos, por fin, con el faldeo que nos daría paso al filo cumbrero, y una vez en él, con un ultimo esfuerzo, nos encontraríamos por fin en la cumbre sur del cerro Alto de la Mina.

Durante nuestro segundo día de marcha, el ritmo de la caminata fue parejo y de buenos tiempos en general, de hecho, cuando menos nos dimos cuenta, estábamos frente al objetivo. Eran las tres de la tarde. Estamos en la quebrada del matadero, hay abundante agua aquí. Es el lugar ideal para establecer el campo base. La idea original contemplaba quedarnos el resto del día en el campamento aclimatando, pero los novatos tomaron otra decisión: Atacar la cumbre ese mismo día.

Lo veíamos tan cerca, y nos sentíamos tan bien...

La siguiente decisión fue dejar el equipo en el lugar elegido, pero sin montar campamento… pensábamos que si decidimos atacar no había que perder el tiempo para que nos alcance la luz del día.

Patas a la obra! Empezamos una dura caminata, en donde al comienzo, nos sentimos tan bien por el solo hecho de que ya no cargábamos el equipo en nuestras espaldas, solo una ligera mochila de ataque. Pronto esa diferencia empezó a no notarse tanto, hasta que por ultimo la sensación parecía ser idéntica a llevarlas puestas.

Piedras, y más piedras, cada vez más grandes, cada vez más inclinado…

Por momentos sentíamos el vértigo, nos parecía mas vertical de lo que era realmente?...

Y no podíamos ver nada en el horizonte, a donde esta la cumbre?!

El cansancio era un compañero más. Yo estoy cada vez con más sensaciones de apunamiento… la marcha se torna lenta y pesada, cada paso cuesta. Por favor quiero llegar, ya nos aprieta el horario y no vemos nada que parezca una cumbre… que hacemos? - Hay que seguir! No debe faltar mucho. Vamos!

Y así fue que seguimos, yo cada vez más apunado y con más ganas que nunca de llegar. En esos momentos si uno no esta preparado en su cabeza para esto de seguro pega la vuelta.

-Mirá! Ahí parece que ya estamos… si, si!!! Esa es la cumbre, a ver?… busca el libro de cumbre… ¿mmm? no ché, por aquí no se ve nada… pero esta apacheta… sí!, esta es la cumbre, venga ese abrazos mi viejo!!!

-Yo me siento mal así que rápido hagamos unas fotos y bajemos que estoy a punto de descomponerme…

La vista era impresionante, todo el este era un tapiz de nubes, además podíamos contemplar la altura de la pared este, que es pura piedra.

-Tenemos que subir por aquí alguna vez!

Abajo están los vestigios de las minas de granito que en algún momento explotaban para el empedrado de calles y demás.

Hacemos unas fotos rápidamente por que me sentía muy mal, aunque todo el entusiasmo de ese momento me hacia olvidar un poco de mis malestares, pero no aguante mucho y comenzamos el descenso casi de inmediato. Tengo grabado esos momentos profundamente en el corazón y en la mente, a pesar de que baje como pude, recuerdo que en un momento le digo a Luis: -Pará un rato… me tiro 5 minutos a descansar por que no llego a ningún lado…

Me tumbo de espaldas en las piedras y de repente Luis me pega el grito: ¡¡¡Mira!!! -señalando exactamente arriba y detrás mío- enseguida lo veo y lo “escucho”: un enorme y magnifico Cóndor que pasa cortando el aire a escasos metros por arriba nuestro, ¡MAGESTUOSO!, creo que no hay mejor palabra para definirlo.

Luego tenemos que continuar el descenso por que nos estamos quedando sin luz. Cuando llegamos al campamento, yo no tenia fuerzas para nada, y debíamos armarlo!. Luis, con algo de mi ayuda, tuvo que empezar a armar la carpa. Estaba oscureciendo. La verdad casi ni recuerdo como termine de meter mis cosas en la carpa y me tire en la bolsa, de inmediato quede dormido.

Aquí, compartiendo la incomodidad, no tan solo de espacio, sino también y sobre todo, la de soportarnos así maltrechos y con poco animo, descansamos en el lugar en donde la calidez del alma y la actitud de la mente, que nos queda al descubierto, podrán renovarnos para una nueva jornada.

Eran las 1 de la mañana cuando despierto, ya aliviado de los malestares, y con mucha hambre.

Encuentro un paquete de maní y papas fritas… el mejor menú a estas horas!

Luis tampoco había comido, solo un par de papas. Así que a esas horas comimos mientras charlamos de todo lo sucedido en estos últimos días, en la jornada que acababa de pasar. Parecía un sueño, pero había sido realidad.

Ya por la mañana, con -5ºC, luego de desayunar, desarmamos el campamento para emprender el descenso final, tan entusiasmados por haberlo logrado, bajamos en medio de charlas y mas proyectos, que sin darnos cuenta del paso del tiempo, transcurrió un hermoso día para cerrar estas interesante experiencia en la montaña.

Quizá todas estas vivencias son las que nos empujan año a año a seguir descubriendo estos horizontes de piedra que rematan en un cielo profundamente azul, a descubrirnos a nosotros mismos incluso.

Como consideraciones finales diré lo muy importante que resulta la evaluación de cada salida al regreso de la misma, y aun, luego de pasado mucho tiempo, para aprender de los aciertos y, sobre todo, de los errores. Algo que no debemos dejar de hacer nunca como ejercicio y para refrescar la memoria, y que nos ayudara seguramente a que una planificación tenga más posibilidades de éxito, mas allá de alcanzar o no una cumbre, esto es secundario.

Espero estas reflexiones ayuden a quien hoy está dando sus primeros pasos en este apasionante mundo y les aseguro que si analizan con cuidado antes de una salida y se divierten haciéndolo, el placer será doble. También se debe aprender a disfrutar más de las salidas, relajarse y darse tiempo, apresurarse muchas veces le resta emoción, y no sé porque muchas veces lo hacemos.

Hay que tener valor para enfrentar lo que no conocemos, pero tener la razón bien despierta para analizar la existencia de riesgos o amenazas. Descubramos la montaña con el suficiente valor como para esperar cuando no sea el momento, o dar la vuelta si fuese necesario.





Integrantes:
Luis Alberto Romero (27 años) Argentino
Juan Pablo Němec (27 años) Argentino


Juan Pablo Němec – grupo CAMME
Julio 2011


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