Un acercamiento más a los rincones de los Nevados del Aconquija.
Gratas sorpresas y escenarios fantásticos nos esperaban en esta salida
exploratoria hacia la zona del abra del Toro, el cerro de igual nombre y su
vecino cerro Despeñadero. Aunque no pudimos continuar hacia los objetivos más
altos, descubrimos nuevamente la sorprendente riqueza natural y arqueológica
que sueña con ser preservada por siempre.
En la primera etapa caminamos por un laberinto de cañones, que
pudimos atravesar sin mayores dificultades, aunque privados de un elemento
vital: el agua.
La travesía comenzó el día 25 de octubre del año 2014. Bien temprano
pasó Gabriel en su camioneta para que cargara mi mochila y emprendiéramos el
viaje hasta Ampajango.
Con muchas expectativas comenzamos andando por el rio Vallecito
cuesta arriba, eran las 12:30hs. En esta zona la ayuda de un GPS es ideal, pero
en esta ocasión no contábamos con uno, razón por la cual, bien temprano nos
desviamos y terminamos haciendo un camino que no teníamos pensado. Nos dirigimos
un poco más al sur, entrando en un laberinto de cañones esculpidos por la
fuerza del agua; la gran paradoja es que generalmente no vemos este escenario
con agua ya que es solo un desagüe de eventuales tormentas de verano.
Atravesando este laberinto encontramos excremento y huellas de Puma.
El primer día de caminata fue un día
agobiante, inusualmente caluroso.
Concluyendo la jornada pudimos retomar el camino que nos llevaba
hasta una zona de puestos de paso, antes de entrar en la cuenca del Toro.
Siendo las 20:30 hs aproximadamente, llegamos al campamento 1, que
denominamos “Puesto Viejo”. Estaba abandonado; en sus adyacencias había unas
pailas de piedra quebradas y otros enceres. El puesto estaba semi derruido.
Nuestro principal objetivo fue ocuparnos de rehidratarnos, dado el
desvío que por error tomamos, nos obligó a racionar el agua que llevábamos en
nuestras botellas. Aquí nacen las aguas del rio Vallecito.
Al volver por esta zona, divisaríamos un puesto más nuevo algo más
abajo; cuando llegamos ese primer día estaba oscuro y por eso no pudimos verlo,
ni aprovecharlo.
Una noche tranquila y algo más fresca nos dio lugar al descanso
ansiado.
Por la mañana temprano comenzamos con un buen desayuno y a desarmar
campamento para seguir rumbo al abra.
Pronto nos topamos con un cementerio muy cercano al lugar del
campamento que se emplaza rodeado de una hermosa vista hacia los filos del
Aconquija y hacia los vallecitos que forman los ríos Toro y Vallecito.
Desde aquí ya veíamos algunos de los puestos, que con enormes
corrales, dan testimonio de la gran importancia de la zona, tanto de su
virtuosa capacidad de producir sustento, como de lo importante que,
seguramente, fue como paso hacia el este.
Continuando camino, nos acercábamos al puesto Rodeo Grande, que
sería nuestro punto final en la caminata, debido a problemas de salud de mi
compañero.
El entorno aturde con tanta exuberancia, considerando que estamos ya
a 3000 msnm. Un puesto que se nota esta en uso, enormes corrales con fresco
pasto muy verde, algunas vacas y mulas dentro y fuera de los corrales. Álamos
altivos y sauces llorones contrastando contra elevados riscos ásperos y secos
con espinudos, pero floribundos cardones, le dan al paraje una escala
desproporcionada a este lugar maravilloso.
El caudal del rio Toro que baja desde el abra de igual nombre, es
muy generoso. Estas aguas se unen, un trecho más abajo, con el rio Ampajango. Además,
en este puesto hay una vertiente que hace un aporte extra.
Hacia el fondo de los corrales más grandes, contra los riscos
escarpados, encontramos un alero bastante grande con parte del perímetro reforzado
por un empircado.
Detrás del puesto, mirando hacia el rio, encontramos una piedra con
morteros comunitarios, además de fragmentos de cerámica, que se pueden
encontrar también a lo largo del camino.
Almorzamos en este puesto para luego distendernos el resto de la
jornada.
Entre mates, deducíamos la cantidad de sorpresas que deben guardar
los rincones por los que pasamos en estos dos días, y cuan acertados estábamos!
Antes que nada nos deslumbra la vida que nos rodea en esta zona, y
además, el incalculable valor que el pasado le ha legado a estos suelos
tapizados de relieves verticales.
Pudimos contemplar nuevamente al Picaflor Gigante y el Picaflor
Cometa, el carpintero de los cardones y, por supuesto, el magnífico cóndor. También
abundan cactáceas y arbustos achaparrados y espinudos, además de múltiples
hierbas adornadas con diversidad de insectos. El paisaje es único, impregnado
de la magia de los Nevados del Aconquija; una personalidad bien ganada que
continuamos descubriendo en estas exploraciones que desde el grupo nos
propusimos hacer haya por el 2006.
Dispuestas las cosas ya para emprender la vuelta, el día 27 de
octubre de 2014, encaramos con lenta marcha e hipnotizados aun por el paisaje,
el camino cuesta abajo; esta vez descendimos por donde preveíamos subir y nos
topamos con más sorpresas. La que nos emociona más es sin dudas la “Piedra Pintada
del río Vallecito” a mitad de una cuesta que separa la senda del rio, donde se
distingue como un animal atado, cuatro cruces en puntos casi cardinales y otras
figuras como humanas, más pequeñas (Según interpretación personal).
Lamentablemente como ya dije, no teníamos un GPS, para tomar el
punto del hallazgo; lo cual nos obliga a volver (genial!!!).
Apabulladas nuestras mentes con tanto incentivo visual, dejamos de
lado el cansancio y llegamos al atardecer a donde dejamos la camioneta. Con ánimo
renovado bajamos hasta nuestros hogares pensando, y mucho, en nuestras próximas
aproximaciones a los rincones de los Nevados del Aconquija.
Integrantes de la salida:
Gabriel Vellicce y Juan Pablo Nemec.
Juan Pablo Nemec
Grupo CAMME – Tucumán
Datos de geoposicionamiento:
Campamento 1 “Puesto Viejo”: 26º57’06.63’’S / 66º02’15.83’’O / 2635
msnm
Campamento 2 “Rodeo Grande”: 26º58’28.43’’S / 66º00’09.31’’O / 3021
msnm
Cementerio: 26º57’39.07’’S / 66º02’07.44’’O / 2717 msnm
Piedra Pintada del río Vallecito (Aprox.): 26º55’42.74’’S / 66º02’46.54’’
/ 2420 msnm